Portugal, mi casa, o ángeles portugueses

Para mí los países son siempre, antes quizá que sus paisajes, su clima o su idioma, su gente. Cuando pienso en India lo primero que me viene a la mente es la gente anónima con la que, aún sin podernos comunicar del todo, tuve algún contacto, que me adoptaron como parte de su familia o me prestaron cambio para mi chai.

En Portugal, la gente me deslumbró tanto como el país. Aquí tuve la suerte de encontrarme con varios ángeles que me abrieron las puertas de sus casas y de su corazón. En Portugal tuve el privilegio de descubrir la inexistencia de la barrera idiomática: mis ángeles me hablaron todo el tiempo en portugués (bueno, Sérgio y Teresa a veces, sobre todo por teléfono, en español) y yo les respondía en mi español mexicano donde muchas de las consonantes suenan más como en el portugués de Portugal que como en el español de España.

Portugal es un lugar perfecto para viajeras solas. Esta chica y yo nos encontramos en varios puntos de Lisboa a lo largo de una noche nunca demasiado oscura gracias a la prodigiosa iluminación de diversos barrios.

En la calle mi Eu nao falo português  --que se fue completando con una sonrisa de ambas partes y un um pouquinho cómplice-- sumado a mi español deliberadamente lento provocaba la sonrisa de los meseros y tenderas y me generaba la doble simpatía de hacerles saber que a) no era española y b) tenía respeto por su lengua.

Los cafés portugueses son un alucine. Visitados sobre todo por gente mayor durante la mañana, en todos encontré pasteles y bocadillos deliciosos y terminé haciéndome fan del expresso. Desde el famoso A Brasileira, frecuentado por Pessoa, hasta los más anónimos, bien vale la pena parar en ellos.
En el parque de Serafina un guardia puso monedas en el telescopio para que yo pudiera mirar Lisboa desde las alturas y trató de responder a todas mis preguntas como mejor pudo. Me dijo que para él era muy importante que yo me llevara una buena impresión de Portugal, porque no los visitan muchos mexicanos. Sobra decir que cumplió su objetivo con creces.

Primavera en Serafina

 En Porto conocí a una mujer que trabajaba en un museo de Lisboa y me regaló su tarjeta con una nota escrita al reverso para el guardia: "dé un boleto de entrada a esta señorita", decía. Y aunque mi tiempo de vuelta en Lisboa fue insuficiente para ir al museo, aún guardo la tarjeta y espero que la madre enferma de la mujer esté hoy mejor. También en Porto me divertí mucho desconcertando a la gente con mi nacionalidad: nadie la adivinaba a primera vista, y al oír mi respuesta repetían con su cadencia suave: "Ah, Meshico, meshicana". ¿Por qué en Portugal el nombre de México conserva el sonido de "sh" que supuestamente tenía entre los mexicas y los sordos conquistadores españoles nunca supieron escuchar? Lo ignoro, pero me encantó.

Las ventanas en Porto, un espectáculo hipnotizante para quienes como yo gustamos de adivinar el interior por el exterior.

 Portugal es hoy, junto con México y la parte catalana de España, uno de mis países favoritos en el mundo, una tierra a a donde me veo volviendo una y otra vez, un lugar que, pese a sus bemoles, podría llamar mi hogar cualquier día de estos.

Más misteriosa y oscura que Lisboa, Porto también me encantó. Aún no puedo decidir cuál de las dos ciudades me gustó más.


Gracias por ese regalo amigos. En orden cronológico:   

 
 
Luis y Bruno, artífices del mejor bacalao que he probado en mi vida y protagonistas de mis desmañanadas en Benfica.


Sérgio R. mi guía y gran amigo, quien me confirmó que unas pocas horas pueden bastar para crear una amistad eterna.

Pedro y amigos, por hacerme sentir totalmente en mi casa portuguesa, por el café junto al mar y por esa noche de copas en Porto. En su casa me sentí tan bienvenida que incluso olvidé documentar el encuentro y no tengo fotos suyas.


Teresa, el otro Sérgio, Vania y Goa (the love dog) por el intenso fin de semana bajo la lluvia y el sol suaves de Lisboa.
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Notas al pie:


Amiga Adriana Del Moral, és muito querida por teres partilhado no teu mural uma foto da minha pessoa. Esta nem está mal, porque tu até entendes de fotografia. Ponho com todo o gosto porque não estou assim tão mal.

A história é simples. Estava num café em Benfica com uma amiga a tomar um café, seria 9 da manhã. Vejo e escuto um sotaque que me é familiar, e vejo a Adriana a perguntar informações. Vi que espanhola não seria porque sei muito bem diferenciar quase todos os sotaques hispânicos.


Ajudei-a prontamente a ser seu cicerone. Levei-a à embaixada do México, em Monsanto, onde falou com a representante cultural, onde Adriana apresentou alguns dos seus projectos. De seguida fomos dar uma volta ao parque da Serafina que tem uma bela paisagem de Lisboa. Como ía para o Porto apanhou o autocarro na Rede Expresso, em Sete-Rios.


Quando regressou na segunda-feira, fomos jantar, dormiu em minha casa. Na manhã seguinte, conduzia até Santa Apolónia onde ficou mais uns dias em casa de uns amigos. Conclusão: fiquei com uma amiga para sempre.


Quando quiser ir à cidade do México, tenho casa, comida e dormida. Moral da estória: Tu colhes o que semeias.

 

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